Día 5: Viernes Santo de 2025

Jesús en la Cruz

Hoy tengo que hablar sobre el sendero de la Cruz, porque en el Viernes Santo es donde ocurre la crucifixión. Pero antes de eso hay un tema que creo que es central para entender todo esto: ¿Cuál es el corazón del mensaje de Jesús? La mayoría de la gente te dirá que el mensaje central de Jesús es el que nos amemos los unos a los otros, respuesta que es válida, pero incompleta. Otros te dirán que el mensaje es que Jesús murió por tus pecados —y los del mundo—, y que si confiesas que Él y sólo Él es tu salvador, tus pecados serán perdonados y al morir irás al cielo, a pasarlo bien por la eternidad... Esta última es una respuesta increíblemente común, pero es tan intensamente incorrecta que no hay por dónde agarrarla. 

Entonces, ¿cuál es el mensaje de Jesús? Uno solo: Obediencia incondicional. ¿Obediencia incondicional a qué o a quién? Obediencia incondicional al Padre que está en el cielo. El Padre que está en el cielo es lo que la metafísica llama la presencia Yo Soy, que es la chispa de Dios en la que naces, creces y tienes tu ser, no es el Cristo, el Cristo es ese ser que nace, crece y tiene su ser en tu individualidad, es decir tu alma. 

A ver, voy a tener que desviarme un poco porque estas son cosas que no se explican en muchas partes: El ser humano digamos que tiene una parte que nace y muere, este es el cuerpo, y tiene una parte que no nace y no muere, que es el espíritu, lo que conecta estos dos, que es la misión humana en la Tierra, es generar una tercera parte, que nace, pero no muere, esto es lo que llamamos el alma inmortal, el Cristo. 

El cuerpo genera en sus procesos naturales una proto-alma, un alma digamos animal, esta es la psiquis. Como sabes, psiquis traduce en griego 'alma', aquí es donde sucede toda la vida psicológica de la persona. Pues esta psiquis o alma es humana, pero no es el alma inmortal, sin embargo da nacimiento a esta alma inmortal. En el simbolismo del Evangelio esta psiquis es María, quien gesta dentro de sí, esta otra alma potencialmente inmortal que es el Cristo. Por eso es fundamental que María, nuestra psiquis, permanezca inmaculada (libre de venenos mentales) antes, durante y después del parto. 

Cristo es concebido primero como una idea pura en el vientre de María, Emmanuel, Dios dentro de nosotros, y luego se convierte en una identidad ideal dentro de ti, Jesús, Dios salva, eso que eres cuando eres todo lo bueno que puedes ser, pero así como las tres identidades venenosas (Judas, Caifás y Pilatos) deben ser disueltas y purificadas, también Jesús dentro de nosotros debe ser disuelto e integrado en una unidad superior que es Cristo, de eso se trata la crucifixión. 

Pero sigamos adelante, el mensaje de Jesús es la obediencia incondicional al Padre, y la clave aquí es "incondicional". Todos somos fácilmente obedientes cuando eso nos garantiza o un premio o nos evita un castigo. De hecho, esa es la obediencia que predica el cristianismo popular: si eres obediente irás al cielo y evitarás el infierno. Pero, ¿qué tan obedientes seríamos si nos dicen que por causa de nuestra obediencia seremos criticados, injuriados, difamados, azotados hasta que nuestra piel se haga girones y casi nos desangremos, coronados de espinas, obligados a cargar una pesada cruz y ser crucificados hasta que muramos de una forma muy pero muy dolorosa y deshonrosa?... La respuesta para la mayoría de nosotros sería obvia, huiríamos despavoridos... y Jesús lo contempló, créeme que lo hizo y lo vemos en la escena de la oración en Getsemaní. 

En el Huerto de Getsemaní Jesús oró muy amargamente, en uno de los Evangelios se dice que era tal su estrés que sudaba sangre... y en esa oración, el último vestigio del ego de Jesús se manifestó, y dijo: Padre, si puedes, pasa de mí esta copa. 

¿Qué quiere decir? Como vemos, el Dios hebreo exige muestras claras y duras de fidelidad, pero no llega al extremo, por ejemplo, a Abraham le dijo que sacrificara a Isaac, pero justo cuando estaba a punto de hacerlo un ángel lo detuvo y le dio un cordero para sustituirlo. Pienso que quizás Jesús, al que se le había revelado su muerte después del bautismo, esperaba en lo profundo de su corazón que algo así pasara y él pudiera evitar esa terrible prueba de la crucifixión. De hecho, el Noble Corán así lo afirma que Allah envió a un sustituto para que Jesús no muriera. 

Jesús dice: "Padre, si puedes, pasa de mí esta copa" y agrega: "pero que se haga tu voluntad y no la mía", esto es perfecta rendición al Padre. Esto es lo más central. Y verás que dentro de este mensaje se incluye la fe y la devoción porque, sin fe y sin amor, no es posible lograr esta sumisión al Padre. 

El problema de decir que Cristo sufrió y murió por mí, sin mucha profundidad, es que se asume que ya nosotros no tenemos que sufrir ni hacer nada porque Cristo pagó con su sangre... Al entrar a la iglesia ¿qué ves en lo alto del altar? Normalmente una cruz, un Cristo crucificado, al entrar, ves la cara del sufrimiento y el dolor: Un ser perfecto como Jesús tuvo que sufrir y ¿Tú crees que no vas a tener que sufrir? ¿Crees que orando todos los días evitarás las pequeñas copas de sufrimiento que tu Padre pone en tu camino para fortalecerte? 

Necesitamos curar nuestra cobardía extrema al sufrimiento, nuestro rechazo extremo al esfuerzo, nuestras fantasías de que nuestros problemas se van a ir mágicamente porque Dios nos ama, de que alguien más corregirá nuestras estupideces (pecados), que nada malo nos ocurrirá si somos buenas personas. El Cristianismo no se refiere a nada de esto, se refiere a negarse a uno mismo (disolver las identidades), tomar nuestras cruces (hacernos responsables de nuestras vidas y condiciones) y seguir al Cristo (seguir el camino que Jesús siguió en su cristificación, volvernos Cristos nosotros mismos, encarnar al Cristo en nosotros).

Nuestra estrategia normalmente es halagar a Judas para que no nos venda, someternos a Caifás para que no nos acuse, y suplicarle a Pilatos para que nos perdone... Por eso nuestra identidad ideal no pasa por el sendero de la cruz y por eso no nos cristificamos, no tenemos alma inmortal. 

En la crucifixión ponemos a nuestros cuatro elementos, las cuatro partes de la cruz: cuerpo y posesiones (tierra), acciones (fuego), emociones (agua), pensamiento y habla (aire) al servicio del Padre. Sometiéndonos voluntariamente a su Santa y Perfecta Voluntad, con la fe de que aunque el mundo nos destruya... Él nos levantará de nuevo. 

Amén.